La marcha atrás


Bueno, pues al final Alfonso Alonso ha recurrido a la antediluviana práctica de la marcha atrás para evitar una situación embarazosa con la Virgen Blanca. Dadas las innegables connotaciones sexológicas de la cuestión, conviene refrescar conceptos y aclarar dudas en un tema tan sensible.



El liderazgo, qué duda cabe, empieza por uno mismo. Difícilmente una persona podrá llevar las riendas de una colectividad si no sabe gobernar su propio cuerpo y una faceta fundamental de este necesario autocontrol es la que afecta a las bajas pasiones. Ante una iniciativa tan apetecible políticamente como la de meter mano a la Virgen Blanca es difícil de evitar que un personaje de la talla de Alfonso Alonso no se entregue a un precoz orgasmo arquitectónico. Excitado, desbocado, henchido de orgullo, no ha querido trabajar los preliminares, esas pequeñas cosas que garantizan el éxito del acto… urbanístico. Una palabra cariñosa aquí, una caricia allá, un detallito acullá hubieran evitado la más que previsible frigidez de la opinión pública.

La Virgen Blanca nunca ha sido plaza fácil para el aquí te pillo, aquí te mato. Ya lo demostró hace más de un siglo, cuando un grupo de visionarios hurgó infructuosamente sus entrañas tratando de que eyaculara agua. Ahora la idea era horadarlo todo, dejando como resultado una desértica piel de granito rubio. De repente, al periódico amigo se le ocurre dar un toque masoca al asunto ejerciendo de supuesto dominatrix del espectro social y azotando al equipo de gobierno con toda suerte de valoraciones supuestamente significativas.

Es entonces cuando, en un inopinado momento de lucidez, el alcalde decide interrumpir la faena recurriendo a la marcha atrás. Puede que alguien quiera alabar este gesto como una demostración de sensatez. Siempre será mejor recular que tener que abortar al poco tiempo. Pues no. Lo mínimo que se debe exigir a un primer edil es que siempre actúe con preservativo. Con afán preservativo del interés público.

De todos modos, todo indica que Alfonso Alonso está haciendo uso del frenillo preelectoral para volver a la carga a finales del verano, si las cosas vienen bien dadas. En caso de que entonces vuelva a acosar a la Virgen Blanca, desde esta humilde tribuna sólo cabe abogar por métodos anticonceptivos de ideas absurdas. Primero se mira, luego de admira, luego se enfoca y por último se toca. Es el ABC del amor.

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