¡Qué gran día aquel 30 de diciembre!

Han transcurrido ya dos largos años da aquel 30 de diciembre de 2004. Día, mes y año en que la mayoría absoluta de la Cámara legislativa de la CAV aprobó el Nuevo Estatuto político, más conocido popularmente como Plan Ibarretxe. Un Estatuto que tanto en su metodología como en los trámites parlamentarios previos fue pulcro. La Batasuna de entonces, con Otegi de portavoz y con el consentimiento, se supone, de sus mentores militares, también lo aprobó, aunque sólo citaran su Preámbulo. El resto de formaciones, hermanados por aquel entonces en el unionismo ultra-español y antiabertzale, lo rechazaron, acusando a Ibarretxe, desde la minoría, de ser nada menos que la cara amable del terrorismo en el Parlamento.

El malo, entonces, como ahora era Ibarretxe. Más incluso que Otegi. Otros agentes, después de nueve meses de conversaciones, no han llegado a la horma del zapato da aquel Estatuto, poco transversal por lo que dicen, pero tan –o más- democrático que este que ha fracasado, e infinitamente más abierto a la sociedad civil, a los ciudadanos.

La tachaban de reduccionista, de sólo nacionalista, de impostora, de independentista ¡Que malas compañeras son la acritud y la ignorancia! Aquel Estatuto y su pricipal nmentor, Ibarretxe, tuvieron la virtud de aprobar con mayoría parlamentaria y, por ende, con amplísimo consentimiento ciudadano un texto por el cual estarán suspirando, ahora mismo, quienes, después de haber dilapidado meses de venia popular para la negociación secreta, no pueden mostrar al pueblo otro resultado que no sea la frustración.

Los mismos que, por manifiesta animadversión, fruncen el ceño ante la convocatoria del lehendakari para el sábado, día 13, fueron quienes torpedearon y dejaron en vía muerta, con la actitud pusilánime de sectores abertzales, aquel Estatuto, aquel Plan Ibarretxe que ahora mismo hubiera hecho las delicias de nuestros esforzados representantes en las fracasadas negociaciones en el marco del Proceso de Paz.