Un joven, por favor


Los de la Dirección de Juventud del Gobierno Vasco nos presentaron datos que te alegran la semana sólo con oirlos. En la CAV en 15 años tendremos una pirámide poblacional invertida (la imagen de la izquierda al revés). Ahora estamos parejos por arriba y por abajo (imagen de la derecha). Para contrastar realidades, hay que echar un vistazo a otros paises (imagen de la izquierda: Honduras). No tenemos hijos ni apoyamos a los que los tienen. A este ritmo las escuelas las convertiremos en asilos, las iglesias en hospitales y los parques infantiles en zahartegis. Sólo hay un pequeño problema: ¿Quién lo paga?

Enfrascados como siempre en el angustioso debate político somos incapaces de reflexioner sobre hechos y tendencias que nos van a marcar más el futuro que la evolución política. Atención al dato: "por cada persona jubilada habrá sólo dos empleadas en 2020, mientras que ahora trabajan siete por cada pensionista". Nadie duda del colapso si las previsiones se cumplieran. No hay más remedio que buscar salidas. Las hay.

Una idea: Subir el índice de hijos por mujer de 1,8 a 2,5 ¿Quién se anima? Los hay que tienen tres, y cobran del erario público menos de 1.000 @ anuales ¿Así? Cualquier jubileta tienen 10 veces más ventajas que un padre/madre con familia numerosa. Los jubilados no pagan medicinas ni el transporte público. Vayan donde vayan tienen reducciones ¿Por qué no las familias numerosas? A los mayores hay que cuidarlos, pero el futuro está en nuestros hijos. ¡Tonto de mí! me olvidaba de un dato primordial: los pequeños no votan y los jubilados sí.

Otra idea: Que la presión fiscal sea directamente proporcional a los ingresos y número de hijos ¿Lo digo más claro? Pues eso, que paguen los que no tienen hijos a su cargo.

Tercera idea: Promover los encuentros entre casaderos autóctonos; y entre estos y los foráneos en edad de procrear (sino no arreglamos nada). Teniendo en cuenta que son un 15% de la población y que un buen porcentaje ocupa vivienda en solitario, arreglamos dos cuestiones a la vez.

Otra, y van cuatro: A las parejas que no puedan tener hijos les facilitaba al máximo la adopción internacional, las pruebas de fertilidad y lo que haga falta, pagándoles gran parte de los gastos que ello les genere.

Quinta, y penúltima de las mías: Desconozco el porcentaje de homosexuales en nuestro entorno. De lo que no tengo ninguna duda es que hay que facilitarles, a ellos también, la adopción de críos, si así lo desean; y, además, habremos de acostumbrarnos a dar por normales imágenes en las que una pareja lesbiana tenga hijos propios.

Además de las ideas anteriores, nos queda la medida que ahora se aplica: recurrir a la inmigración. Es una solución. Sólo que, si no nos concienciamos desde ya mismo del fenómeno, traerá consecuencias económicas, sociales, lingüísticas y nacionales.

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