Ocho años después


Dentro de poco circulará por los batzokis el borrador de la Ponencia política que, en teoría, debiera servir de pauta de conducta a quienes a partir de diciembre se hagan con el timón del PNV al frente del EBB. La ponencia aprobada en 2004 hizo una lectura crítica del período de alto el fuego iniciado en septiembre de 1998 y que se mantuvo hasta noviembre de 1999. Creemos, por el momento que estamos viviendo, que su lectura puede servir de estímulo para que a la tercera no tropecemos en la misma piedra; o de flagelo, por no haber interpretado bien lo entonces acontecido.

LECTURA CRÍTICA DEL PERÍODO DE ALTO EL FUEGO Y
DECLARACIÓN DE LIZARRA

"Con la firma de la Declaración de Lizarra y el alto el fuego de ETA en septiembre de 1998, se abrió en nuestro país una oportunidad histórica para situar el conflicto vasco en parámetros similares a los del proceso de paz de Irlanda. Sin embargo, esta esperanza sólo pudo mantenerse viva durante 18 meses. ETA comunicó el fin del alto el fuego en noviembre de 1999 y cometió su primer atentado mortal en enero de 2000. Hoy sigue estando pendiente un análisis riguroso, crítico y autocrítico de lo sucedido en aquel periodo y del papel jugado por unos y otros. Un estudio no demagógico y compartido para que no se repitan los mismos errores, en el caso de que vuelva a presentarse una nueva oportunidad de paz. El alto el fuego, la Declaración de Lizarra y la gestión de su Foro constituyeron un punto de inflexión y una oportunidad malograda por un conjunto de factores que pueden clasificarse en tres bloques de responsabilidad: el que cabe atribuir a ETA y al autodenominado MLNV, el correspondiente al Gobierno Español, al PP y al PSOE, y el que recae en los partidos y organizaciones que formamos parte de la Comisión Permanente del Foro de Lizarra.

El factor determinante, definitivo e irreversible que anula las potencialidades de la Declaración de Lizarra y de los procesos de acuerdo y de cambio que estaban construyéndose es la decisión de ETA de romper el alto el fuego. En origen, el problema se sitúa en el papel que ETA se atribuye como evaluador del proceso, supeditando la acción política a la supervisión militar y disolviendo cualquier posibilidad de liderazgo político en HB/EH/Batasuna. Un proceso similar en el futuro debería garantizar un marco de decisión estrictamente civil y político.

El obstruccionismo e inmovilismo del Gobierno del PP fue otro de los grandes obstáculos del proceso. Tras algunos titubeos iniciales –recuérdese la reunión mantenida por los “hombres del Presidente” con la dirección de ETA– Aznar y el PP renuncian a jugar el papel histórico que asumió Tony Blair en el caso de Irlanda del Norte y deciden situar su trinchera en la demagogia antinacionalista vasca y electoralista. El PSOE hace un seguidismo absoluto del PP. La ausencia de una política propia por parte de los socialistas fue uno de los grandes déficit de este período. También se puso en evidencia el poder del Gobierno español en el panorama mediático.

Los grandes medios actuaron monolíticamente al servicio del PP y tuvieron un papel destructivo sobre el proceso abierto. Involucrar constructivamente al mayor número de fuerzas políticas y de medios de comunicación es uno de los retos que tendrá por delante cualquier proceso resolutivo.

Hoy por hoy no cabe esperar del Gobierno Aznar y del PP iniciativa ni colaboración alguna, que no sea la vía de la fuerza, del enfrentamiento y de la agresividad para quien no se someta a sus planteamientos. Nuestro distanciamiento del Gobierno Aznar/PP se produjo precisamente por esta discrepancia absoluta en el análisis y diagnóstico del problema y, por tanto, de sus vías de solución. Esa ha sido la raíz de una política de satanización e identificación de EAJ-PNV con ETA; de la exigencia de cambios en nuestros planteamientos ideológicos y metas políticas.

Sin embargo, a pesar de las expectativas iniciales, el ámbito de Lizarra no tuvo prácticamente la oportunidad de llevar la iniciativa, se vio obligado a actuar totalmente a la defensiva. Y ello se produjo por múltiples razones. En primer lugar, no resulta fácil una estrategia unificada entre partidos, sindicatos y movimientos sociales que no están acostumbrados a trabajar conjuntamente o que, incluso, han estado enfrentados. Por otro lado, tuvimos que convivir con tres procesos lectorales en el plazo de año y medio, y la distorsión que producen estos períodos es notable. Así mismo, los análisis realizados por las distintas fuerzas políticas no incidieron en más de una ocasión. Tampoco todas las fuerzas han mantenido diagnósticos regulares en su seno; en ocasiones, los análisis han sido cambiantes, o también dilatorios a la espera de consultas. Todas y cada una de estas fuerzas políticas, sin excepción, tuvieron en su seno sensibilidades diferentes que dificultaron la toma de decisiones. Por ello probablemente, ninguna de las fuerzas que participó en la gestión del proceso puso todos los medios necesarios para desarrollar con regularidad una política de cooperación.

El ataque mediático y político permanente en contra de Lizarra no tuvo una respuesta proporcionada y adecuada. La política penitenciaria fue generando frustración y escepticismo en sectores que perdían la ilusión por el proceso al no ver resultados en este terreno. La "kale borroka" no cesó prácticamente en ningún momento, y sus efectos fueron disolventes, neutralizantes y retardadores de la cooperación. El impacto de este fenómeno fue utilizado por muchos medios de comunicación para restar credibilidad y autenticidad al esfuerzo general. Por estas y otras razones similares, el ámbito de Lizarra fue por detrás de los acontecimientos, tratando de defenderse. Las iniciativas de Lizarra, Udalbiltza, el acuerdo de colaboración con EH en el Parlamento vasco o Batera, por poner sólo cuatro ejemplos, no tuvieron ni el tiempo ni la oportunidad de desarrollar su propia dinámica. Todo esto hizo que, durante el periodo del alto el fuego, el proceso no pudiera optar a una expansión progresiva del mismo.

Pero lo que, seguramente, resultó más dañino para el proceso gestado durante el período de alto el fuego fue la mezcla sin orden, ni gestión diferenciada, de procesos distintos. La resolución del conflicto político, la construcción nacional, la humanización o la gobernabilidad de las instituciones vigentes son procesos, relacionados entre sí, pero diferentes. El error principal desde el ámbito de Lizarra ha sido tratar de simultanear públicamente dos objetivos a un mismo tiempo: desarrollar un proyecto de construcción nacional entre fuerzas nacionalistas y ofrecer a la sociedad y al resto de formaciones políticas una metodología democrática de resolución dialogada y multipartita del conflicto.

Por errores propios y por "aciertos" de los opuestos al proceso, el discurso de la construcción nacional se superpuso al de resolución multipartita del conflicto y terminó sepultándolo. El resultado ha sido muy contraproducente, porque favoreció la demagogia "anti-Lizarra" y generó confusión en una parte importante de la sociedad, al extenderse la duda y la cizaña sobre si lo que realmente queríamos era la solución de los problemas o sacar ventaja para los nacionalistas
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