Falsear la historia


textoalternativoEl Periódico, 18 de marzo de 2005

Retirar las estatuas y símbolos franquistas es prestar un servicio básico a la convivencia y a la democracia.

Por orden del Ministerio de Fomento se ha retirado la última estatua del dictador Francisco Franco de las calles de Madrid. Si algo causa sorpresa es el retraso de tantos años en hacerlo. Y también que el PP se haya sentido obligado a valorar la acción negativamente. Rajoy y Zaplana han dicho que "se reabren heridas". Y que esas declaraciones precedieran a una manifestación de protesta por la retirada de la estatua que acabó con algún herido.


Buena parte de la supresión de calles y plazas de los principales símbolos de la ideología franquista se hizo a partir de 1979 con los primeros ayuntamientos democráticos. A falta de un impulso gubernamental --y el PSOE estuvo 14 años en el poder--, todo ha quedado en manos del buen hacer de los ayuntamientos. Y ahora la derecha juega sin prejuicios a perpetuar la simbología de las dos Españas. Retirar la escultura de un dictador no es falsear la historia, sino aceptar que no representa el sentir de la mayoría. En cambio, lo que sí es falsear la historia es oponerse de manera sistemática a la búsqueda de las fosas comunes en que fueron ocultados --que no enterrados-- los ejecutados por ser defensores de la legalidad republicana.