Maragall como problema


FRANCESC DE CARRERAS, en La Vanguardia (03/03/2005)

Muchos socialistas catalanes que también se sienten del PSOE ya hace tiempo que andan desconcertados y desesperados

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Lo realmente grave de lo sucedido durante el debate parlamentario del pasado jueves en el Parlament de Catalunya son las palabras pronunciadas por el presidente Maragall. Lo demás es secundario: nada nuevo se aportó sobre las supuestas comisiones ilegales. Por tanto, mientras no se presenten pruebas sigue siendo un rumor, una conjetura, a la que no hay que dar más crédito hoy que hace quince días, quince meses o quince años.

Lo grave, como digo, es que un presidente de la Generalitat utilice este rumor como argumento y lo arroje públicamente contra sus adversarios políticos, de forma improvisada, en pleno Parlamento y sin añadir nada relevante al problema que se estaba tratando. Para añadir además, a continuación, que dejaría de lado la denuncia de la supuesta corrupción en aras de la aprobación del nuevo Estatut. Irresponsabilidad, incompetencia y falso patriotismo como último refugio.

Por si fuera poco, en los días posteriores todo ha empeorado: Maragall reacciona a las pocas horas como un niño pequeño diciendo a Piqué que rompía sus relaciones personales con él por atreverse a pedir su dimisión; Montilla, sonriendo cínicamente, dice que Maragall no hizo acusaciones sino insinuaciones; la plana mayor socialista coincide en admitir que no hay prueba alguna; y Maragall, como si no tuviera nada que ver con el estropicio, declara tan fresco desde Montevideo que simplemente hay que esperar a que baje el soufflé. Mientras tanto, la opinión pública española empieza a descubrir que el famoso modelo catalán, del que hemos presumido durante tanto tiempo, es inexistente. Ahí, en cómo nos ven desde fuera, sí que ha bajado el soufflé.

De todas formas, quizás lo que sucedió la semana pasada en el Parlament hubiera quedado sólo en una escaramuza parlamentaria de grueso calibre si la política catalana no estuviera jalonada, desde hace un año, por una sucesión continua de sobresaltos y de despropósitos que no hace falta enumerar porque están en la mente de todos. Quizás la Administración catalana tiene algunos proyectos concretos de cierta importancia, incluso quizás ya hay alguna obra hecha de una cierta envergadura. Quizás. Sin embargo, el ciudadano no se entera porque este Gobierno no transmite nada, con un presidente que no lidera ni a su consejo ejecutivo ni a la sociedad, un conseller en cap que aparece y desaparece según los intereses de su partido y unos consellers que, en su gran mayoría, pasan desapercibidos. ¿Hay alguien ahí que tenga un proyecto de país alternativo al pujolista? No me refiero al cambio de Estatut, al que más adelante nos referiremos, sino a todo aquello que afecta a la vida cotidiana del ciudadano. Me refiero, por ejemplo, a la enseñanza, las infraestructuras, la ordenación territorial, la sanidad o la protección social. Que yo sepa, no se ha iniciado ningún cambio mínimamente significativo.

En esta reciente crisis se ha demostrado, además, que tampoco se saben gestionar los acontecimientos sobrevenidos e inesperados. Seamos claros: lo sucedido en el Carmel es grave desde muchos puntos de vista, pero no era tan difícil solucionarlo de manera más o menos razonable. En cambio, el tripartito ha dado especiales muestras de ineptitud: indecisiones iniciales, errores técnicos sobre su alcance, poca transparencia informativa, división entre los socios e ineficacia, y retrasos en la ayuda a los afectados. El Govern no ha sabido gestionar el primer problema un poco complicado que se le presenta: se ha ahogado en un vaso de agua.

Pero tampoco los proyectos de más largo alcance están claros. Me refiero, naturalmente, al nuevo Estatut -cuya necesidad todavía no se nos ha explicado- y a la reforma de la financiación de la Generalitat. En ambos grandes temas no se ha pasado más allá de las grandes frases, las más de las veces con escaso rigor y con manifiesta incompetencia técnica. Han tenido que manifestarse los ministros Solbes y Sevilla, con la autoridad que les da ser miembros de un Gobierno en el que está también el primer secretario de los socialistas catalanes, para que se empezara a dudar sobre la viabilidad del nuevo Estatut.

Sin embargo, resultaba evidente que muchos de sus planteamientos iniciales no tenían cabida constitucional: por ejemplo, entre otros, blindar las competencias catalanas frente a las leyes de bases estatales, incorporar al Estatut competencias traspasadas por la vía del artículo 150.2 de la Constitución, imponer el deber de conocer el catalán o establecer en el Estatut un sistema de financiación especial para Catalunya. Si todo ello no cabe en la Constitución, y ni siquiera es conveniente políticamente, no hay un Estatut totalmente reformado sino sólo pequeños cambios de mucha menor trascendencia. Desde luego, nada que ver con el gran cambio anunciado. Una vez más frustración, resentimiento: España no nos comprende. Bazas a Esquerra Republicana.

El PSOE tiene un problema y este problema se llama Maragall. Supongo que ahora ya se han dado cuenta, aunque han tardado mucho en advertirlo. No sé qué piensa Montilla, a la vez en el Gobierno de Zapatero, en la ejecutiva federal del PSOE y en la dirección del PSC. Pero muchos socialistas catalanes que también se sienten del PSOE ya hace tiempo que andan desconcertados y en la actualidad desesperados. Anhelaban un cambio, tras tantos años de gobierno de CiU. Pero no un cambio a peor.