Una bella historia


Gabriel Mª Otalora, en DEIA (1 de marzo de 2005)


Con la efemérides de Auswichtz aún en la retina, y el aparente avance en la paz del Medio Oriente, acerco al lector un bello testimonio como contrapunto a los tremendos desencuentros entre palestinos y judíos.

Me refiero al manifiesto que el presidente de un foro de familias que han perdido hijos en el conflicto árabe-israelí, el judío Yitzhak Frankenthal, lanzó ante la residencia del primer ministro Sharon. Se trata de un alegato rompedor de clichés revanchistas para quienes no están dispuestos a acoger nada que provenga ‘‘del otro lado’’:

«Arik, mi hijo bien amado, mi carne y mi sangre, ha sido asesinado por palestinos. Mi gran hijo, de ojos azules, de cabello rubio, que siempre sonreía (…). Si para castigar a sus asesinos fuera necesario matar a niños palestinos inocentes y a otras personas civiles, pediría a las fuerzas de seguridad que esperasen otra ocasión. Si las fuerzas de seguridad hubieran a pesar de todo matado también a palestinos inocentes, les diría que no valen más que los asesinos de mi hijo.

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Arik, mi hijo bien amado, fue asesinado por un palestino. Si las fuerzas de seguridad tuvieran las informaciones necesarias para identificar a su asesino, y si se comprobase que está rodeado de niños palestinos y de otros civiles inocentes, entonces -aunque las fuerzas de seguridad supieran que el asesino estaba proyectando, en las próximas horas, otro ataque asesino; incluso si tuvieran la posibilidad de reprimir un ataque terrorista que matara a civiles israelíes inocentes pero al precio de la vida de inocentes palestinos-, entonces yo les diría a las fuerzas de seguridad que no buscaran venganza sino que intentaran evitar e impedir la muerte de civiles inocentes, ya sean israelíes o palestinos.

Yo les diría a las fuerzas de seguridad: no matéis al asesino. Llevadle mejor ante un tribunal israelí. Vosotros no sois el poder judicial. Vuestra única motivación debería ser no la venganza sino la prevención del mal causado a civiles inocentes.

La moral no es en blanco y negro sino toda en blanco. La moral debe estar exenta tanto del espíritu de venganza como del de la precipitación. No se puede dejar la moral en manos de cualquier irresponsable, ni de alguien demasiado listo a apretar el gatillo.

Es contrario a la moral matar a mujeres y niños inocentes, israelíes o palestinos. Es igualmente contrario a la moral dominar a otra nación y llevarla a perder su propia humanidad. Habíamos perdido nuestros valores morales mucho antes de los atentados suicidas. El punto de ruptura fue cuando comenzamos a dominar a otra nación. Mi hijo Arik nació en una democracia con la posibilidad de llevar una vida normal, tranquila. El asesinato de Arik nació en medio de una ocupación espantosa, en un caos moral. Si mi hijo hubiera nacido en su lugar, tal vez habría acabado por hacer lo mismo. Si yo mismo hubiera nacido en medio del caos político y moral que constituye la vida cotidiana de los palestinos, habría ciertamente intentado matar y dañar al ocupante; de lo contrario, habría sido traidor a mi naturaleza de hombre libre.

Que todas esas personas tan contentas de sí mismas, que hablan de despiadados asesinos palestinos, se miren sin complacencia en el espejo, que se pregunten lo que habrían hecho si hubieran sido ellos quienes viven bajo la ocupación.

A mi hijo Arik lo mataron siendo soldado, combatientes palestinos que creían en el fundamento moral de su lucha contra la ocupación. A mi hijo Arik no lo mataron por ser judío sino porque formaba parte de esa nación que ocupa el territorio de otra. Por mucho que me gustaría hacerlo, no puedo decir que los palestinos son responsables de la muerte de mi hijo. Sería una manera fácil de salir de apuros, pero es sobre nosotros, los israelíes, sobre quienes recae la culpa, a causa de la ocupación. Somos nosotros quienes persistimos en mantenerlos bajo nuestra dominación. Quien quiera rehúse tener en cuenta esta terrible verdad nos llevará, a fin de cuentas, a la destrucción.

No tengo intención de absolver a los palestinos ni, en ningún caso, justificar los ataques contra los civiles israelíes. No se pueden encontrar excusas para ningún ataque contra civiles. Pero, como fuerza de ocupación, somos nosotros quienes pisoteamos la dignidad humana, nosotros quienes asfixiamos la libertad de los palestinos y nosotros quienes empujamos a una nación entera a la locura de esos actos desesperados».

Una bella historia, sí, pero que nos impone una reflexión aunque estemos a mucha distancia de aquel conflicto. Confieso que echo en falta a un Frankenthal entre nosotros.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Muy bonito, sí señor; pero totalmente irreal. Ni hoy,ni ayer, ni más que probablemente el día de mañana, ni las gentes y ni los pueblos actúan, han actuado o actuarán según esos fundamentos. El ser humano no está preparado para ello.

Más que posiblemente el padre de Arik es un extraño, anormal y portador de alguna historia desconocida que le haya impulsado a ese proceder.

La historia de la humanidad está plagada de sangre y odio entre pueblos y entre personas. Y lo que es peor, yo no le veo ninguna salida.

Los norirlandeses están hoy mismo en un atolladero después de 6 años. Los palestinos e israelíes continuarán matándose dentro de 10 años. Salvo que alguna potentísima razón geoestratégica haga variar de rumbo a la situación.

01 marzo, 2005 15:24  

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