Evolución ideológica


Quienes ya empezamos a sentir la carga de los años podemos hablar más de escarmiento que de experiencia, dos vocablos que, en principio al menos, responden a diferentes definiciones. Por escarmiento entiendo yo la experiencia negativa vivida en propia carne y de la que aprendes.
Seguir leyendo

Muchos de nosotros llevamos 25años en esto de la política, tanto de activistas como de meros observadores, dependiendo de épocas. Fuimos codo con codo con Txiki Benegas detrás de la pancarta Autodeterminazioa, y con esos mismos gritábamos aquello de Nafarroa Euskadi da, cuando aún no existía el PSN. Lema, por cierto, que tanto pesar nos ha causado a los nacionalistas, y desterrado al olvido actualmente. Por aquel entonces, y más tarde, K. Aulestia nos arengaba con el socialismo y la independencia como estandartes ideológicos. Acudíamos a los batzokis para escuchar a J. Arregi conferenciar sobre las bondades de Sabino Arana. ETA asesinaba por cientos cada año, y Herri Batasuna, con la alternativa KAS y la ponencia Oldartzen como banderines de enganche, amenazaba con hundir en la miseria a este país.

¿Qué queda de todo aquello? Lo que todos vosotros sabéis de sobra: los ideólogos del independentismo y ensalzadores de S. Arana han sido fichados por El Correo para maldecir a quienes ellos adoctrinaron; los del PSN compiten con UPN en antivasquismo; ETA abandonada por sus huestes; y los batasunos agarrándose a un clavo ardiendo con tal de no desaparecer de la foto. Pero no nos engañemos, pues ésa es una imagen truncada.

Es evidente que el nacionalismo, en su conjunto, a perdido unidades que han engrosado el españolismo, bien por pura evolución, bien como “estómagos agradecidos” Pero el desgaste que ha supuesto esa actitud al nacionalismo ha sido menor, sobre todo si tenemos en cuenta a qué causas ha obedecido: una marcada evolución hacia postulados ideológicos más radicales de PNV/EA y de EB, y también, por qué no decirlo, del PSOE y del PP. Por otra parte, un corrimiento diáfano hacia posturas más pragmáticas de los rupturistas de pro: de ETA y de la izquierda abertzale. La conclusión es, pues, que la sociedad ha asumido para sí, como normales, postulados que hasta hace bien poco eran estandarte sólo del nacionalismo.

Si hemos empezado diciendo que en la transición el PSOE portaba la pancarta autodeterminista, estas últimas elecciones han defendido el sintagma comunidad nacional y el derecho que tiene este pueblo para ser consultado por su futuro; hace falta, sin embargo, que se consolide este giro tan poco redondista . El PP ha pasado de estar en contra de la Constitución y de cortocircuitar el Estatuto, a defenderlos a ultranza; aún les veremos dando pasos más decididos a favor del autogobierno, es cuestión de tiempo, de desembarazarse de los mayor-orejistas. Ezker Batua ha soltado amarras respecto de sus mentores. Por otro lado, la izquierda abertzale participa, en la medida que les dejan, en las insitituciones vascas y, claramente, se les nota —también a ellos— hastiados de ETA. Podemos deducir de todo ello que la sociedad vasca en su conjunto acepta con naturalidad términos como autodeterminación, soberanismo y mismamente independencia; o conceptos como la libre decisión de los vascos o la no sumisión a postulados y jerarquías superiores. Esa labor está ya hecha y va a ser difícil una marcha atrás.

¿Y el PNV? Pues en el dilema de siempre, en el péndulo, en su doble alma. Sólo que ya no tiene a los Guevara, Arregi, Cuerda y demás saboteadores. El PNV ha aguantado bien su evolución hacia posturas más radicales. Y lo ha hecho en los tres territorios por igual, fallando donde ya antes fallaba. Eso quiere decir que el PNV tiene ya realizada la labor de zafa ideológica. Se ha hecho con un espacio hasta hace poco ocupado por la izquierda abertzale y por EA. Ha perdido, eso sí, los sectores más moderados, con mínimo perfil nacionalista, ha afianzado el voto estructural, aquél que le ha prestado y continuará prestándole su apoyo esta y las siguientes convocatorias. Ahora bien, el PNV no está para mayorías absolutas. Su espacio está definido y no puede empecinarse en conquistar sectores que ya le son ajenos. Sería (ha sido) un error.

Este desplazamiento ideológico de la sociedad vasca hacia postulados más radicales desde un punto de vista de concepción nacional es consecuencia clara, en un primer momento, de Lizarra-Garazi y, posteriormente, del Nuevo Estatuto Político o Plan Ibarretxe. Todavía hoy desconocemos el último capítulo de la evolución, pero está a llegar. Dichosos los ojos que lo vean.

Etiquetas: