¿Y a partir de ahora qué?


Y no me estoy refiriendo, precisamente, a la elección del hasta ahora Prefecto de la Fe Ratzinger como nuevo Obispo de Roma o Papa de los católicos. No, me limito a lo más cercano, a lo nuestro, a las consecuencias de las elecciones del 17 de abril. Pasados dos días del evento, los análisis están hechos. Una vez leídos, un servidor se atreve a sacar sus propias conclusiones: es Ibarretxe, y no otro, el encargado de crear nuevo gobierno en este país; y lo puede hacer con cualquiera de los grupos representados en el Parlamento, bien con el PSE, el PP o EHAK, además de con EB, que lo damos más por hecho. Hagamos cábalas.
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1.- Ibarretxe está tocado, no hay duda, pero no hundido. Aún le queda margen de maniobra suficiente, que debe tratar de explorarlo. Hay algo a lo que no puede ceñirse exclusivamente: a gobernar. No le hemos dado el voto para eso, sería un engaño y un fiasco para quienes hemos confiado plenamente en él. De formar gobierno tendrá que hacerlo de transición; es decir, uno que gestione las cuentas públicas mientras, en el corto plazo, estemos ocupados en dar salida a la normalización del país.

2.- Si no hay acuerdos transversales que den salida al conflicto largamente enquistado, Ibarretxe sólo debería optar bien por convocar nuevamente elecciones, bien por buscar el apoyo de EHAK, y no del PSOE. Nuestra reciente trayectoria, la más brillante de este partido en la democracia, nos impide, al día de hoy, formar un gobierno de gestión con el PSE. ¿Por qué? Porque, como bien nos lo ha recordado María San Gil, nuestra apuesta estratégica basada en el proyecto de nuevo estatuto no ha descarrilado, sino, más bien, fortalecido. Es evidente que los grandes triunfadores de la noche electoral fueron, aunque con otro apodo, quienes a finales de diciembre dieron un apoyo parcial “en clave autodeterminista y de país” al proyecto finalmente aprobado en el Parlamento.

3.- Pudiera ocurrir que los principales agentes (PSOE, PNV/EA y la izquierda abertzale) conformen una mesa de negociaciones en breve plazo, para hacer frente definitivamente a las cuestiones centrales de este país, que no son otros que la existencia, silente hoy día, de ETA y el problema político de fondo: el derecho a la libre decisión de los vascos. Aunque aquí las trabas pueden ser morrocotudas. ETA no puede aceptar una negociación a la baja que sólo plantee el tema de sus prisioneros. El PSOE, por su parte, va a tener muy complicado fajarse de la enorme presión que ejercerán el PP y otros agentes estatales para que no haya ningún tipo de negociación. Luego todos deberán dejar pelos en la gatera.

4.- Esta jugada debe ser de corto plazo, ya que en el intento pueden salir esquilmados todos los contendientes. Ibarretxe ha bregado demasiado últimamente para aguantar en precario otros cuatro años más. Habrá que ver de qué manera se identifica la nueva izquierda abertzale con la antigua Batasuna, pero tampoco andan sobrados porque, entre otras cosas, a la primera que saquen pecho los marginan legalmente. ETA debe tener bien aprendida la lección: con un muerto más estropea la jugada de EHAK, luego necesita una salida ya. El PSOE tampoco está como para soportar la enorme presión de la ultraderecha española todo un lustro. En una jugada en corto ganan políticamente los tres: el PNV para continuar ocupando el hueco actual, en principio en mayoría exigua; la izquierda abertzale para hacerse con un pastel de quince escaños aproximadamente; y PSE para adueñarse del españolismo, incluso con gobiernos del PP en Madrid.

5.- El resto pierde o tiende a desaparecer. El PP en una situación de normalización política, reduciría su representación a la mitad como mínimo; esta sociedad no está para extremismos desaforados como el suyo. EA tendrá que, definitivamente, elegir banda (izquierda o derecha) me temo que en el PNV están un tanto hartos (más vien con ganas de soltar lastre) de que los de Errazti hagan todas las purgas del mundo a costa de ellos, y, además, haciéndose, por la patilla, con siete parlamentarios. Aralar tendrá que optar por reintegrarse en sus ancestros. Y entre todos los “ezker-abertzales”, lo dicho: entre quince parlamentarios como mínimo y veinte como máximo. El PSE en sus buenos momentos conseguirá veinte. El PNV oscilará entre veintidós y veintiocho. Y el PP entre cinco y diez.

6.- Esto traerá consigo, necesariamente, gobiernos estables de coalición, que pueden ser del PNV con cualquiera de los otros tres. El PSE con el PNV o la izquierda abertzale. Y la izquierda abertzale con el PNV y el PSE. Sólo que estos últimos difícilmente llegarán a mayorías sólidas. Posiblemente el PNV fuera siempre la llave de las coaliciones.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Me parece interesante el análisis prospectivo que plantea Hemengo. Hasta tal punto que no me quiero resistir a aportar mi punto de vista sobre la situación política tras las elecciones y el escenario que puede resultar del proceso que ahora se inicia.

Después de pasarnos la legislatura pasada "cociendo" el proyecto de nuevo estatuto y tras su aprobación por mayoría absoluta en Gasteiz y el posterior portazo de Madrid, esta legislatura estaba llamada a ser la de la negociación y el acuerdo entre todos los partidos políticos (o, al menos, casi todos). El resultado de las elecciones ha configurado un parlamento muy propicio para que esta negociación se produzca, por lo siguiente:

1. Todas las opciones políticas existentes en la sociedad vasca están representadas en este parlamento, aunque en el caso de Batasuna sea de forma indirecta.

2. Ninguna de las partes tiene una mayoría lo suficientemente holgada para tentarle a prescindir de los demás.

3. Batasuna, a través de EHAK, ha obtenido unos buenos resultados, que le van a facilitar entrar en un proceso de negociación.

4. El PSOE ha mejorado sus resultados con una postura más flexible: entrando al debate de la reforma estatutaria, anunciando una consulta en un plazo de dos años y distanciándose del PP (a diferencia del 2001).

Estamos ante una oportunidad histórica. Creo que el gran objetivo de esta legislatura es la normalización política de este país. La cuestión de la gobernabilidad debe pasar a un segundo plano.

Mi opción sería que, interinamente, continuara gobernando el tripartito actual, mientras que la cuestión principal (la normalización) se abordara entre todos los partidos políticos, de acuerdo con una agenda consensuada. Una vez alcanzado un acuerdo político que fijara un marco de autogobierno para los próximos años se convocarían nuevas elecciones. Este acuerdo, en el que tendría que estar Batasuna, supondría el fin de la acción de ETA, que en paralelo habría establecido una negociación con el Estado sobre los presos y las cuestiones "militares".

En el nuevo escenario, sin violencia, se debería producir una remodelación de las fuerzas políticas abertzales. Seguramente, no de forma inmediata, pero en el medio plazo se configuraría un partido sólido de la izquierda abertzale, que integraría, por supuesto, a Batasuna y a Aralar, pero seguramente, también, a EA y quién sabe si a determinados sectores del PNV, que una vez alcanzada la normalización política y sin el fantasma de la violencia, podrían sentirse más cómodos en una opción progresista, que a nivel europeo e internacional no se alineara con la derecha neoliberal.

Estoy de acuerdo con Hemengo en que en ese escenario el PP bajaría sustancialmente y, para mí, la gran incógnita sería el reparto del electorado nacionalista/abertzale, pero en todo caso la consolidación de una izquierda abertzale democrática, sólida y creíble será fruto de un proceso que requerirá su tiempo (teniendo en cuenta de donde partimos).

Ahora la prioridad es acordar una agenda para negociar la normalización política. Esta debe ser la legislatura de la paz. No podemos perder esta oportunidad.

23 abril, 2005 00:07  

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