Testamento vital



Como una de las conclusiones de la reunión extraordinaria que ayer mantuvo la Comisión de Urbanismo del Ayuntamiento de Gasteiz, decía Alfonso Alonso, a la sazón Alcalde de la ciudad, dirigiéndose a los grupos de la oposición: ustedes son los que tienen la llave de todo lo que se haga desde este Ayuntamiento. Incluso pueden cambiar mañana mismo de gobierno si les conviene.

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Leyendo esto y recordando otros momentos y situaciones parecidas en la vida política del Ayuntamiento y del actual Gobierno Foral, creo que sería conveniente implantar algo parecido al denominado testamento vital, pero aplicado en este caso a la vida política, esto es, a las personas que, en un determinado momento, acceden al gobierno de las instituciones, sean ésta de índole municipal, foral… o la asociación de vecinos. De ésta forma, en el momento de acceder al puesto sería cuando el investido, en plenas condiciones en cuanto al conocimiento de sus fortalezas y sus debilidades y sabedor de su recorrido político, debiera definir las condiciones y los límites que desea para su agonía, también política, en el caso de que esta se presente.

Ser el-alcalde-de-todos, o el-diputado-general-de-todos, o el-lehendakari-de-todos, no puede quedar como un lugar común para los discursos de la toma de posesión. Hacer gala de la condición de ser “el-algo-de-todos”, debiera llevar consigo asumir desde un comienzo las consecuencias del hecho de perder ese requisito (de todos).

Y eso, como en el testamento vital, es mejor definirlo de antemano y evitar así situaciones como las que padecemos, con un alcalde y un diputado general, que agonizan politicamente, aferrados desde hace meses a su vida -política- mediante medios mecánicos y artificiales.