Crisis y espionaje en el sector de la seguridad personal

Parece una coincidencia. Al poco de tener conocimiento de las afirmaciones de Enrique Ramos, concejal socialista en el Ayuntamiento de Donostia, en las que, entre otras cosas afirma que “"no va a ser fácil desmotar de la noche a la mañana este chiringuito de la escolta en Euskadi”, ya que “hay intereses económicos y políticos de mucha gente”, hemos conocido el artículo de Rebelión “La posibilidad de que el conflicto vasco-español se solucione no agrada a quienes han hecho de él su modus vivendi cuyo título es, a la vez, un perfecto resumen de su contenido.

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Ambas referencias coinciden en dirigir sus comentarios a un doble objetivo: las empresas privadas que, además de las policías vasca y española y de la guardia civil, han encontrado en la seguridad personal su nicho –con perdón- de mercado, por un lado y, curiosamente, el partido nacionalista vasco, al que se le atribuye una especie de espionaje a la oposición a través del Departamento de Interior del Gobierno Vasco que, a su vez, lo lleva a cabo gracias a la información obtenida del personal que asume la seguridad de aquellas personas.

En el primer caso (el de las empresas “proveedoras de seguratas”) las afirmaciones de unos y otros no pasan de ser un mal augurio en cuanto al futuro –esperemos que inmediato- del “sector”, y … allá ellos con su cuenta de resultados. Pero que no se preocupe el concejal de Donostia, que tanto Mayor Oreja como Mónica Oriol ya sabrán encontrar nuevos caladeros en los que echar sus redes,… y si no, al tiempo.

Por el contrario, en el segundo caso (el espionaje a la oposición), las afirmaciones formuladas contienen en sí mismas una gravísima acusación, tanto al departamento de interior como al partido que lo viene gestionando, el PNV. Es pues absolutamente necesario sustanciar esta cuestión dónde corresponde: en los tribunales de justicia. O bien Enrique Ramos presenta inmediatamente la oportuna querella contra el Gobierno Vasco, o será contra él contra quien, también de forma inmediata, deberán dirigirse los destinatarios de, en eso caso, las calumnias vertidas.

Y entre tanto, como “a río revuelto…”, los únicos que salen beneficiados de la polémica son los de siempre en estos casos.