Sanfermines: balance desde México


Encierro

Toros y fútbol. Iruña y México. Interesante balance el que hace La Jornada de las recién terminadas fiestas de San Fermín.

A lo largo de la semana que ha terminado, la televisión internacional transmitió, en vivo y en directo, los antiquísimos festejos en honor del santo patrono de Pamplona, el siempre milagroso San Fermín, que colma de euros y de turistas a los habitantes de aquella ciudad palpitante y bulliciosa al norte del reino de Juan Carlos I, que no se considera española ni mucho menos. Como ha sucedido puntualmente desde hace incontables años, en esta ocasión la pamplonada volvió a combinar la belleza y el trapío de los toros con la audacia de los corredores tradicionales y la inevitable estupidez de los imprudentes.
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Aunque a los ojos del telespectador todo transcurre en unos cuantos minutos, la verdad es que el juego del encierro comienza en el momento preciso en que termina el de la víspera, poco después de las ocho de la mañana. En ese momento, los pamplonicas retornan a los bares, a brindar con sidra y vino tinto, y a exaltar los incidentes más estremecedores de la carrera que acaba apenas de finalizar. Y por lo general en los bares permanecerán el resto del día y de la noche siguiente -con algunas pausas diurnas para dormir y refrescarse-, antes que el sol pinte en el cielo los colores del alba y la adrenalina rebaje el efecto del alcohol en la sangre para que todos estén listos para la nueva proeza.

Desde tiempos inmemoriales, las fiestas de las ciudades, pueblos y aldeas del País Vasco han constituido un recurso para la captación de recursos económicos en esas sociedades donde la agricultura y el pastoreo no alcanzaban para resolver todas las exigencias materiales de la población. Alabar al protector celestial de cada sitio ha sido, a partir de la temprana Edad Media, no sólo una forma de expresar devoción y lealtad a las potencias divinas sino también de intensificar el intercambio comercial, elevar las ventas de los productos locales y contribuir previsoramente al ahorro para los meses difíciles del invierno. Con esas raíces históricas, la península ibérica forjó su industria de gran turismo que hoy es una de sus más importantes fuentes de divisas.

La nota peculiar que puso el color a la pamplonada de este año de 2005 tiene, en opinión de amigos sudamericanos, un aroma de revancha para los aficionados mexicanos al futbol, habida cuenta de la horrible manera en que el equipo Boca Juniors de la ciudad y puerto de Buenos Aires trató al de las Chivas del Guadalajara en el curso de un cotejo reciente. Tal vez para lavar el honor mancillado de los futbolistas del club tapatío, esta semana en Pamplona un toro le pegó una soberbia paliza a un espectador, enfundado en una playera del Boca, que se cayó de borracho al paso del encierro y fue reducido a verdadero picadillo por las patas y las astas del burel, apenas un día antes de que otro hato de ganado bravo alcanzara a una joven y guapa corredora, de nacionalidad argentina, y le diera una cornada que nunca olvidará. Los toros, pues, vengaron a las Chivas. Pobre mundo.