Y el verano avanza

Por lo sabido hasta ahora los fogones han de estar que explotan. Se supone que aunque la mar esté en calma los "hondartzainas" nos mostrarán en el mástil la azul europea de playa limpia y la amarilla de precaución por el mar de fondo que apenas se percibe.

Yo propondría comenzar el año en setiembre o, incluso, en agosto, como la liga de fútbol. Los que tenemos chavales en edad escolar nos referimos a setiembre como el "año que viene" con total naturalidad. Los políticos siempre se refieren a ese mes como el inicio de algo importante. En esas estamos también este año.

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Pero hay un pre-, un antes de (...). Los padres de los críos empiezan a configurar el curso (o año) que viene ya en agosto, bien en lo relativo a libros, horarios, cuidadores y extraescolares. También los agentes sociales se reúnen al abrigo del sol, o en la propia orilla de la playa, para comentar, para esbozar, para flirtrear sin corbatas ni protocolos atosigantes. Y preparan el inicio, la entrada del curso. A eso le llaman cocina algunos; esto es: tu pones esto y yo lo otro. Cambio de cromos más bien.

Mientras, millones de personas sin otro quehacer que pasear, chiquitear, sestear o molestar, acuden raudos al quiosco por si se encuentran con algún indicio que les muestre por dónde puede tronar al mes siguiente, en setiembre. Se elucubra, se supone, se comenta, se (...) Todos tenemos algo que decir, todos creemos estar en posesión del polvo mágico que nos muestre las líneas maestras del futuro. El verano avanza. Aún queda el mes, aún debe transcurrir agosto, para que las ondas, los papeles y los escribientes habituales nos muestren algún vericueto por donde poder divisar algo.