A Basajaun


Te noto tocado, Basajaun. Tu último artículo Enfadado conmigo mismo me induce a pensar que atraviesas una crísis identitaria (gruesa expresión ésta) que espero sólo finalice con una reflexión, y no en una inflexión, por lo menos en lo que a este blog se refiere.

Este es un sitio para el debate que, circunstancialmente, se ha centrado más en el PNV que en otras formaciones, debido, a buen seguro, a las vinculaciones de buena parte de sus escribientes con esa formación. Nuestra intención ha sido, desde los inicios, introducir una modestísima cuña en la “reyerta” dialéctica-semántica que se está dando en el PNV, en particular, y en toda la política vasca, en general. El debate es libre, y es prácticamente imposible no sacar sarpullidos. Pero desde este modesto espacio difícilmente podemos incidir en las estructuras superiores y menos en el acontecer político.

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A finales de los años setenta yo no me arrimé al proyecto del PNV. Compartía lo que en ese momento era el movimiento preponderante dentro de los colegios e institutos: el movimiento abertzale en todas sus vertientes. Aunque tú y yo perteneciéramos a organizaciones diferentes, seguro que íbamos juntos a los conciertos da Pantxo y Peio, Gorka Knor o Lluis Llach. Seguro que anduvimos de la mano en el Bai Euskarari y, muy probablemente, recorrimos, ambos, algún trayecto de la Marcha de la Libertad.

Yo continué ligado al mundo de la izquierda abertzale unos pocos años más. No muchos. Mantuve mis convicciones ideológicas, mas radicales en lo nacional que en lo social. Fueron los años, primero, de Garaikoetxea y la ruptura del PNV. Después, del gobierno de Ardanza. Y, como cúlmen, la ilusión de Lizarri/Garazi.

El intento de Lizarra fracasó en cuanto a su objetivo final: llegar a acuerdos serios y comprometedores entre los partidos abertzales, con el apoyo dubitativo de Ezker Batua. Pero no todo fue en vano, Basajaun. En los años anteriores el PNV andaba dando tumbos. Muy frágil en su discurso, y cada día más cogido por la pinza trazada entre los españolistas y los nihilistas de ETA/ezker abertzalea. Y ahí cambió el PNV.

El PNV definió con claridad su discurso abertzale, y se dispuso a llevarlo a la práctica, tanto en lo ideológico (última Ponencia Política) como en lo práctico (Aprobación por el Parlamento del denominado “Plan Ibarretxe”). Apuestas ambas que acarrearon, por una parte, la ira de las logias del ultra-españolismo afincado en PSOE y PP y, por otra, achicaron espacios a la izquierda abertzale. Hemos sido el referente político, tanto de Euskadi ante España, como del mundo abertzale en general. Esa es una obviedad irrefutable.

En ese ambiente, a mediados de 1995 me afilié yo en el PNV. Luego, también yo debo ser uno de esos afiliados de reciente afiliación (Urkullu dixit). Cabía la posibilidad de que el PNV pudiera llevar a cabo el proyecto abertzale a buen puerto en todo o, al menos, en buena parte de él. En eso creía, y a ello me apunté.

Aquí estoy ahora, también sembrado de dudas: ¿continúa vigente ese proyecto? ¿El debate que estamos viviendo en el PNV responde a un cambio de timón táctico, o es algo estratégico? ¿Es verdad que hay más cuestiones de forma que de fondo? Pronto lo sabremos. Todo el mundo prepara sus sables para el inicio de la nueva contiendo a partir de septiembre.

Yo estoy expectante. Atento a todos los movimientos.