La guerrilla de la información


La Tercera Guerra Mundial será una guerra de guerrilla de la información, sin distinción entre la población militar y civil. El enunciado es de Marshall McLuhan y los fakes (“operaciones” informativas que pivotan sobre la falsificación, la imitación y el engaño) serían una de las armas empleadas en esa guerra.
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Un ejemplo: si alguien falsifica el formato de las comunicaciones municipales e informa a sus conciudadanos con un aviso fakeado (imitado) de que procederá tal día, por un motivo especial, a recoger los frigoríficos viejos, puede resultar que ese día muchos frigoríficos acaben ciertamente en la calle. Al Ayuntamiento no le quedará entonces más remedio que recogerlos, si no quiere que los ciudadanos lo consideren una tomadura de pelo. Para el fakero la semilla de la subversión reside precisamente en esta inseguridad que pone en cuestión durante unos instantes el funcionamiento normal del orden discursivo.

Dos ejemplos reales: en diciembre de 2002, una carta del máximo responsable de la base de la OTAN en Bétera (Valencia) invitaba a varios cientos de vecinos y vecinas de la localidad a que pasaran por el ayuntamiento a recoger su máscara antigás. También en Valencia, la alcaldesísima Rita Barberá tuvo que desmentir algo que sí que era cierto, y que había sido anunciado mediante varios cientos de cartas supuestamente firmadas por ella: que iban a subir los impuestos municipales para ayudar a financiar los gastos derivados de la organización de la Copa América en la ciudad.

El objetivo, pues, consiste en desencadenar un proceso de comunicación en el cual -a menudo precisamente por el (intencionado) descubrimiento de la falsificación- se cuestiona la estructura misma de la situación de comunicación falsificada. Es después de su descubrimiento, cuando el fake despliega su eficacia en la cadena de desmentidos auténticos o tal vez también falsos, completados a ser posible con nuevos fakes.

Curioso.

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