Me agreden personalmente

La Audiencia Nacional ha rechazado los recursos de los imputados en la causa Egunkaria, que solicitaban su archivo. Vuelven a considerar presuntos delincuentes, sin más indicios que los presentados por la Guardia Civil, a personas que para mí son algo más que inocentes. Torrealdai dirige la revista trimestral Jakin, de la cual soy suscriptor y lector. Martxelo Otamendi dirigía Egunkaria y, en la actualidad, el diario Berria, que yo compro y leo. Pello Zubiria escribe semanalmente un artículo en el semanario Argia (y ex-director), del cual soy suscriptor y lector. Txema Auzmendi conduce diariamente un programa socio-religioso en la tarde-noche de Loiolako Herri Irratia, que yo escucho siempre que mis hijos me lo permiten. Este criterio es aplicable, así mismo, a Alegría, Uría y Oleaga.

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Pues el señor Del Olmo, en particular, y la Audiencia Nacional, en pleno, aparte de agredir continuamente a este país creando una justicia “ad hoc”, me agreden a mí personalmente, aun cuando no esté, de momento, implicado en ninguno de sus sumarios. Me quieren privar de mis lecturas, de mis escuchas radiofónicas. Me quieren privar de gente que influye en mí y a la que estimo. Y no sólo eso, sino que, esos mismos, quieren hacerme creer que mis seres apreciados podrían ser unos delincuentes.

Quien nos haya seguido mínimamente en este blog sabe que no somos precisamene filoetarras, por mucho que apologistas del régimen tardo franquista se emperren con vincularnos con ellos, porque para ellos es etarra todo lo que huela a abertzale. Pero en ese inútil empeño no reparan en métodos zafios, y tan mafiosos como los utilizados por la propia ETA, aunque diferentes. Porque de qué otra manera se puede denominar a inculpar sin más pruebas que aquellas que, por ser de unas características determinadas, ya te encuadran en el sector de potenciales delincuentes. Si eres abertzale, mal. Si abertzale y euskaldun, peor. Si a eso le sumas que, por tu quehacer profesional, tengas abundante trato con la izquierda abertzale, el resultado está dado: delincuente y al trullo.

¿Quién agrede a quién?