UPV: entre los ociosos, los más


El rector de la UPV ha presentado un informe, según el cual en los últimos diez años se ha duplicado el porcentaje de alumnos de la CAV que eligen realizar la prueba de selectividad en euskara, hasta llegar al 49,8 % del total, aunque es un 40 % quien elige cursar sus estudios en euskara. Ahora bien, sólo la tercera parte del profesorado universitario está, mal que bien, capacitado para ejercer la docencia en ese idioma. Es, cuando menos, sorprendente. ¿Cómo es posible que este numeroso sector público de 3.500 profesores no haya sido capaz de sintonizar en su puesta al día con las necesidades lingüísticas que, desde todas las vertientes, se intuían con claridad? ¿Cómo es posible que ese sector de los “muy listos”, copado por los más ociosos de los ya de por sí exageradamente ociosos funcionarios no sea capaz de hacer frente a lo que la sociedad demanda?
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Dice el rector que intentará cubrir las deficiencias con recursos propios y ajenos. Dicho con otras palabras: contratará nuevo personal, suficientemente bien preparado lingüísticamente. No lo entiendo. Muchos cientos de esos profesores no tienen más de cuatro horas semanales de docencia. El resto deciden dedicarlo a eso que llaman investigación que, por cierto, brilla por su ausencia en cuanto a resultados se refiere, o vaya usted a saber a qué otros menesteres lo dedican. No entiendo que hoy sólo el 15% de los docentes sea euskaldun cuando ya hace veinte años se vislumbraba la actual situación.

Nos cuenta, así mismo, el rector que muchos se jubilarán. Lo que no nos cuenta es que todos los jubilados tiene derecho a hacerse profesores eméritos, y a mantenerse en plantilla, estén sus aptitudes actualizadas o no. Me recuerda mucho a esos funcionarios que en otras administraciones prolongan hasta los 70 su inactividad profesional, no aportando nada, salvo el “pasilleo”.

Y ¿quién mete mano a esos asociados, profesores, doctores y catedráticos? Aunque uno no tenga dudas respecto de que ellos solos se bastarían para defenderse, ahí tienen al sector sindical, siempre dispuesto a echar una manica al necesitado y al angustiado bajo el yugo opresor de la Administración, en este caso universitaria.

Todo el sector público, pero sobre todo la Universidad, necesita una pasada, una reforma (o ruptura si hace falta) que la ponga al día, que la equipare con el resto de las normales (no las mejores) administraciones y universidades europeas. Necesitamos, más que nada, una universidad que esté pendiente de las necesidades de su entorno más cercano, del que cobra y al que se debe.