Poniendo precio a un sentimiento

Estoy de acuerdo con la apreciación que ayer formulaba Patxi Lazkoz de que la condición de Gasteiz como capital de Euzkadi, “no forma parte del orgullo, de los sentimientos ni de la razón de los vitorianos”. Aunque personalmente matizaría la universalidad de la afirmación, sí que es cierto que la capitalidad de Vitoria es algo que, para gran parte de los vecinos, no pasa de ser una circunstancia que se circunscribe y se agota en un Boletín Oficial que duerme sus contenidos en algún archivo polvoriento.

En lo que ya no estoy tan de acuerdo es en la solución que propone Lazkoz para incentivar aquellos sentimientos de orgullo.

La solución no pasa por la “cuestación” que propone el PSE vitoriano. Como gasteiztarra, rechazo de plano la idea de que mi “orgullo capitalino” vaya a crecer en función de la limosna que aporte cada alavés, bizkaino o gipuzkoano a tan noble causa. Se equivoca quien piense que mis sentimientos tienen precio y que basta con que alguien decida pagar esa tasa o canon para pasar del descreimiento a convertirme en un “orgulloso vecino de la flamante capital de Euzkadi".

Una cosa es reclamar de las instituciones autonómicas una especial atención a la capital y otra bien distinta es convertir el concepto y la realidad de la capitalidad en una especie de ONG que necesita ser sufragada “a escote”.

Le diría, para terminar, al Sr. Lazkoz que, tal vez, el análisis que tenemos que hacer debiera iniciarse en un estadio anterior, y me refiero a la evaluación del orgullo que nuestros convecinos tienen, precisamente, de su condición de vitorianos. Si el simple y radical hecho de de ser vitorianos no constituye para todos nosotros un valor en sí mismo, difícilmente podrán valorarse las segundas o terceras derivadas de aquella condición de gasteiztarras.