Amistades peligrosas

La virtud (alguno lo considerará defecto) del todavía presidente del EBB es que sus ideas han calado en buena parte (sin entrar en porcentajes) de la afiliación y, sobre todo, puertas afuera del PNV. Eso es así, no nos engañemos. De hecho, el intenso debate que ha habido en el partido, con resultado de Ponencia política (y algún detalle más) consensuada, ha satisfecho lo suficiente a Imaz como para decidir marcharse. Ha dejado para la posterioridad su propio sello. El error de Imaz ha sido rodearse de malas amistades, de no haber sido prudente en la elección de los medios que catapultarían sus ideas y de las personas que las apoyarían en su tránsito. Imaz aceptó la propuesta de disputar la presidencia del EBB ante Egibar. No estaba sólo. No es un kamikaze.

Si lo hizo fue porque quienes le catapultaron tenía un proyecto definido, y necesitaban de alguien que le diera brillo público. Sabían que enfrente no tenían a una mosca muerta. Egibar es mucho Egibar. Es un político como la copa de un pino. El presidente del GBB ha sabido renacer de sus propias cenizas después del enorme varapalo que le supuso la cuestión de Irun y los escasos resultados del 27 de mayo. Tanto el uno como el otro, Egibar e Imaz, son figuras relevantes.

Imaz tenía suficientes apoyos dentro para llevar a cabo su particular reforma. Le fallaron los amigos del exterior y, probablemente, también alguno en el interior. De Egibar no podía pretender que se plegara a sus tesis. Sencillamente no las ha compartido nunca. Josu Jon es lo suficientemente listo como para darse cuenta que los lugares elegidos para publicar sus artículos más polémicos han correspondido, con alguna salvedad, con medios abiertamente hostiles y belicosos con el abertzalismo. Aún sabiéndolo, lo ha hecho. Y en algún caso, a título personal y a sus expensas. Algún dará las razones.

Hoy mismo, los habituales le han sobado hasta la saciedad; los mismos que para encumbrarle no tiene reparo alguno en satanizar a los otros.

“Es una derrota frente a las resistencias tradicionalistas encarnadas en su antagonista, Joseba Egibar, reforzado últimamente por el lehendakari Ibarretxe, dispuesto a que hunda el mundo…Imaz no quiere ser responsable de una escisión , pero desiste de dirigir un partido que no sabe si es autonomista (es decir respetuoso con la pluralidad de la sociedad vasca) osoberanista”. Esta es una breve síntesis, realizada con dos retazos del editorial de hoy de El País, de lo que ha sido, es y continuará siendo la prensa unionista española, habitual depositaria de las aportaciones de Imaz. Es como si Imaz pretendiera trascender de su propio partido para alcanzar con su mensaje un espacio más amplio.

Pello Salaburu, uno de los escribientes del amplio plantel de articulistas que zarandean continuamente y sin escrúpulos a Egibar y a Ibarretxe escribía a principios de agosto que Imaz ganaría por goleada de presentarse nuevamente a su reelección. El argumento era que la mayoría de los afiliados de Bizkaia le apoyaría, y sobre todo de los simpatizantes y votantes. Cabe pensar también justo lo contrario. Ese ha sido precisamente uno de los defectos de Imaz, actuar como dirigente del país cuando sólo era el presidente del EBB. En el PNV no deciden, por ahora, los simpatizantes y quienes le votan. Lo hacen sus afiliados. Y sus dirigentes, por mandato de éstos. Y menos que nadie deciden Vocento o Prisa.

Los medios del unionismo han tragado con naturalidad la cuestión Navarra, respiraron con alivio con el fracaso de la tregua y el proceso de normalización, y, llegado el caso, sólo asumirán una revisión en clave autonomista del actual marco político. No más. Van a lo suyo. ¿Alguien se ha olvidado de los artículos de Arregi, Montero, Unzalu y compañía durante la tregua? Hoy lloraban la marcha de Imaz. “El PNV, el nacionalismo vasco no están preparados para moverse, para renovarse” (J. Arregi); “La exigencia de una radical refundación del nacionalismo se convierte en una necesidad mucho más urgente para los ciudadanos vascos” (A. Unzalu) “Por vez primera desde que hay noticia parecía haber debate inteligible en el PNV y discutirse públicamente su destino, y el nuestro” (M. Montero).

¿Habrá votado PNV alguno de los citados los últimos 10 años? Tengo mis dudas. ¿Por qué quieren reformar un Partido al que odian? Lo lógico es que pretendan su hundimiento, su desaparición. Extrañan esos cantos de sirena en ellos. Ejercemos sobre ellos una atracción fatal; y sobre algunos ciertos resquemores de conciencia por el recuerdo de aquella afiliación que fue.