¿A qué se refiere el Lehendakari?


Ciudadanos

El pasado jueves volvía Ibarretxe sobre algo que ya dejó anunciado antes del verano: la auténtica y única garantía de los procesos de paz y de normalización política pasa por la implicación activa y relevante de la sociedad vasca en cada uno de aquellas iniciativas. Por ello, en consecuencia, “la búsqueda de fórmulas para posibilitar la participación ciudadana desde el comienzo hasta el final del proceso será uno de los grandes objetivos del próximo curso parlamentario”.

Por ahora, y hasta el momento de su intervención ante el Parlamento en el mes de septiembre, Ibarretxe no da pistas de las “muchas cosas" que, a este respecto, "tiene en mente”, lo que nos “obliga” a hacer cábalas acerca de cómo se articulará esa participación ciudadana.

Si nos atenemos al “abc” de las democracias occidentales, y al papel que en ellas se otorga a los partidos políticos, ¿debiéramos entender que Ibarretxe está proponiendo “pasar” del habitual escenario partidista? Si así fuera, ¿podría el Lehendakari estar tratando de obviar cuestiones y discrepancias internas de todos y cada uno de esos partidos que, hoy por hoy constituyen una verdadera rémora en cuanto a alcanzar una solución que llegue a ser comúnmente aceptada?.

¿Está pensando el Lehendakari en promover una experiencia de democracia directa en la que la ciudadanía manifieste su opinión y, sobre todo, presente sus propuestas de normalización ante una instancia que asumiría su formulación última? Imaginemos por un momento una hoja de ruta así elaborada, ¿qué papel le quedaría en tal caso al Parlamento Vasco? Únicamente el de otorgar a semejante propuesta el rango legal que le correspondiera para someterla luego al referéndum de la ciudadanía.

Otra hipótesis podría ser que la ansiada implicación se traduzca en someter a la aprobación de la ciudadanía un guión que contuviese las reglas de juego de la mesa de partidos. De esta forma, sería aquella ciudadanía quien marcase a los partidos las normas del debate y, sobre todo, la regulación de las mayorías necesarias para la toma de acuerdos en la famosa mesa.

Por último, ¿está pretendiendo Ibarretxe forzar el acento en la necesidad, simplemente, de someter a consulta de la ciudadanía las conclusiones de la mesa de partidos? De este modo, el posible juego -perverso- de las mayorías parlamentarias quedaría muy, pero que muy, minimizado.

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