Las quemaduras de la (im-)posible ruptura


Parto de la inequívoca convicción de que el alto el fuego continuará, en lo fundamental, vigente, considerando como tal la ausencia de atentados mortales o de acciones de envergadura. Lo que ocurrirá será que ETA, cual rey de España o lehendakari de la CAV, estará tentada de sermonearnos, por enésima vez desde el 22 de marzo, como en ella es habitual. La semana pasada Joseba Egibar, en sus declaraciones al programa El Punto de ETB-2, manifestaba que un reinicio de las actividades violentas (con muertos, habría que matizar) "podría hacer tambalear al Gobierno y sería perjudicial para la izquierda abertzale". No comparto esa visión.

En las recientes encuestas realizadas en la CAV y a nivel de Euskal Herria ha quedado evidenciada la voluntad de la ciudadanía vasca, que no es otra que su apoyo mayoritario al proceso de paz, a una salida negociada, a un escenario en el que este pueblo pueda decidir libremente su futuro y en el que todas las opciones políticas puedan ser defendidas por igual, y en donde también los objetivos puedan ser alcanzados si son consecuencia de la voluntad mayoritaria de la ciudadanía, expresada libre y democráticamente, sin ningún tipo de expresiones violentas. Este es el escenario que tiene que lidiar el MLNV en su conjunto si ETA decide romper el alto el fuego.

El escenario del gobierno español, el de Zapatero, es diametralmente opuesto, salvo en lo que concierne a la CAV y a Navarra; y aún en estos últimos casos, con matices. Las también muy numerosas encuestas realizadas en España respecto del proceso de paz nos muestran una España ansiosa de paz, pero una España que pone las tildes en vocales diferentes, una España que difícilmente aceptaría un paso adelante de Zapatero en el derecho de autodeterminación, una España que, trillada y machacada por los medios de comunicación hostiles al proceso, se emplearía electoralmente en contra de Zapatero si éste es audaz en el conflicto del norte, justo en el sentido contrario de lo manifestado por Egibar.

Zapatero y sus mariscales de campo lo saben. También Josu Ternera y sus sargentos saben que un asesinato de ETA provocará tal terremoto en esta semi-paralizada Euskal Herria que el escuálido bagaje obtenido con la acumulación de fuerzas, fruto del alto el fuego, se desvanecería hasta quedar reducido al núcleo irredento más duro, no más del 6% en el conjunto de Euskal Herria, es decir, en el umbral de la definitiva grapización, sin poder institucional ni vías normales para ejercitar la actividad política en una época en la que reclutar unidades para la revolución, para la lucha de trincheras, para una acción anti-sistema será cada vez más complicado.

El panorama de Zapatero es, precisamente, el contrario. Si se retira de la partida sin concesiones los españoles interpretarán su estrategia como valiente y patriotaal mismo tiempo. Valiente, por haberlo intentado como ya antes lo hiciera Aznar; y patriota, por no haber cedido a las pretensiones de ETA. Es más, puede ser el balón de oxígeno que Zapatero necesita para encarar las elecciones municipales y autonómicas de mayo.

Una paralización, aunque sea provisional, del alto el fuego puede servir la victoria en bandeja al PSOE, y no al PP. El MLNV, en cambio, se enfrentará a una situación ya conocida para ella: las piruetas legales para sortear la ilegalización; y una militancia que, harta ya, en buen número mire definitivamente a otra parte.

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