Fort Tribunal Superior


Todos mantenemos en la retina las imágenes que la industria cinematográfica americana ha querido transmitirnos de la invasión del Oeste de los territorios hoy día ocupados por EUA. La del Este la supongo parecida, o peor. El ejército se adentraba en territorio indígena hostil para abrir paso a lo que vendría por detrás. Leyes, idioma, justicia y religión extranjeras para invadir, sojuzgar y esquilmar con enfermedades blancas a los pueblos que ancestralmente ocupaban los pueblos de las llanuras, montañas y desiertos de aquel país...

...que hoy conocemos como América pero que sus primitivos pobladores seguro lo nombraban diferente. Los indígenas, siempre malos y desalmados para los directores de Hollywood, resistieron mientras pudieron. A eso me recuerda la actitud de Ruiz Piñeiro, a la del invasor solicitando ayuda a la metrópoli por sentirse acechado y angustiado por los indígenas, vascos esta vez.

La metrópoli intenta transformar los territorios ocupados a su imagen y semejanza. Intentará eliminar todo vestigio autóctono para que no sirva de mecha a las generaciones posteriores. Los aportes masivos de población, la implantación de leyes especiales, la consideración de territorio traidor, la imbricación de sus élites en instituciones metropolitanas para anestesiar la conciencia de pertenencia, la política del palo y la zanahoria, la del arrullo y la represión han sido diseñadas para integrar y asimilar a las poblaciones resistentes. La vasca lo es.

Aun pueblo no se le puede sojuzgar mientras uno sólo de sus miembros mantenga viva su conciencia de pertenencia a él. Los intentos de integración de Euskal Herria han sido variados; desde la ocupación militar tipo F. Franco, hasta el uso de maneras más sibilinas, como es la introducción sistemática y reglada del idioma español en todos los ámbitos sociales, lo que acarreó, a su vez, el retroceso de la primitiva y propia lengua indígena.

El poder judicial tampoco es un caso aislado. Hasta hace apenas treinta años maestros de la España profunda eran enviados a cumplir con la mili educativa -la más dañina de todas- a las zonas donde lo euskaldun era elemento predominante y casi único. Su misión era reeducar a la población nativa en la buena ideología y las justas leyes de la metrópoli. No vinieron solos. Les acompañaban, entre otros, los jueces y la Guardia Civil. Los unos amaestraban en el españolismo, los otros impartían la justicia del agresor y los últimos reprimían todo intento de protesta o reivindicación.

En 2007 aún estamos vivos, existimos como pueblo y nuestra conciencia está, si cabe, más desarrollada que nunca. Hemos resistido a todo tipo de estratagemas, no hemos claudicado, pero todavía queda mucha labor.

El poder judicial se resiste. Los delegados judiciales en el hostil norte vasco se sienten asediados, acechados por el mal hacer y el continuo hostigamiento del pueblo indígena ¡Pobrecitos! Solicitan el amparo de la salvadora metrópoli para que acuda rauda a auxiliarles ¡Ya vale ya! ¡Ya vale ya! Hago mía la consigna reivindicativa tan extendida en nuestro país en otro tiempo y recientemente recordada aquí mismo por Ezkibel: ¡Que se vayan de una vez!

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