¡Qué buenos son, que nos llevan de excursión!


Tuvisa acaba de donar a la zona de Kumasi en Ghana dos autobuses modelo Pegaso 6420 retirados de la flota municipal. Hay que celebrar esta medida por cuanto supone de impulso a la escolarización infantil en un territorio de aldeas que distan varios kilómetros de los centros educativos. Conviene también señalar que estamos ante un alarde de solidaridad relativa.

¿Qué significa esto de la relativa solidaridad? Pues que no estamos ante un regalo envenenado, pero tampoco ante una perita en dulce. No diremos aquí, para evitar que alguien se sonroje, cuántos centenares de libros se podrían comprar con lo que va a costar simplemente trasladar estos autobuses a Ghana. Tampoco queremos cuestionar la fiabilidad de la mecánica Pegaso, probada en mil batallas de Armentia a Errekaleor, pero con los gastos de mantenimiento que acarrean esos venerables autobuses se podrían suministrar miles de cuadernos. Que es que vamos a mandar a Centroáfrica dos gabarras del asfalto con casi dos décadas cada una a sus espaldas.

Ahora bien, cuando el máximo gestor de Tuvisa, a la sazón Miguel Angel Echevarría, se presenta ante los fotógrafos donando misericordioso los llaveros de estos autobuses a los chicos de la ONG Por Africa... pues le asoma una sonrisa de beatitud que casi alcanza los lóbulos de las orejas y sólo falta que una paloma blanca aletee sobre la cabeza de este concejal para que ese momento quede inmortalizado como el milagro de la motorización escolar de Ghana.

Todos queremos pensar que esto se hace con la mejor de las intenciones y tras un riguroso análisis de los máximos responsables de Tuvisa. Ahora bien, para demostrar lo fenomenalmente que trabaja la sociedad de transporte público vitoriano resolviendo los problemas de comunicación de aldeas remotas no hace falta irse tan lejos. Basta con quedarnos en nuestro término municipal.

Vitoria no se compone sólo de trama urbana. También abarca en sus fronteras más de medio centenar de pueblos que los técnicos dan en llamar entidades locales menores. Allí viven vitorianas y vitorianos, que pagan los mismos impuestos que el resto de la ciudadanía, que con esos impuestos sufrangan entre otras cosas el creciente déficit de Tuvisa y que, por lo tanto, supuestamente reciben los mismos servicios que todos. Luego resulta que, salvo cinco casos aislados (Armentia, Gamarra, Ali,...) el resto de pueblos no sabe lo que es un autobús urbano.

Para resolver esa importante carencia se monta esta semana un consejo monográfico de Zona Rural (la zona rural da cobijo a más de 5000 habitantes) y allí los cerebros de Tuvisa presentan cuatro alternativas para la prestación de transporte público en los pueblos de Gasteiz:

1. Aprovechar el coche del cartero. Así, como suena. Llevar a la gente en los vehículos de la empresa Correos, entre la saca de cartas y los paquetes frágiles.
2. Aprovechar los autobuses escolares que se desplazan a varios centros educativos de la periferia, cosa que como cualquiera puede suponer está prohibidísima.
3. Comprar vehículos para uso colectivo y que la gente de los pueblos conduzca a turnos.
4. Montar una especie de Call Center municipal que gestione las peticiones de transporte y mande taxis (cuyo coste tendría una previsible subvención).

¿Cuál de estas opciones podríamos considerar más delirante? Difícil respuesta, vive Dios. Lo que queda fuera de toda duda es que quienes han estudiado la donación de los dos Pegasos bigenarios a Ghana son los mismos que quieren meter a las buenas gentes de Monasterioguren en una furgoneta de Correos. Da que pensar y da por temblar.

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