Nafarroa e Iparralde son territorios inhóspitos para el PNV, tierras de misión, de ecumenismo. Tiene, sin embargo un doble problema: por una parte es tierra de “infieles” con potentes organizaciones (UPN, PSN, UDF, PSF); y por otra, otras opciones abertzales están más implantadas que ella, aun estando, ellos también, en acusada minoría. Los números no salen, no cuadran. Se invierte mucho, pero sin resultados. Y lo que es peor: las perspectivas a corto-medio plazo no son nada halagüeñas. Por mucho que diga anteponer la idea de país a la del partido, el caso es que el PNV no gana nada, duro es decirlo, en una negociación en la que la cuestión territorial sea abordada como elemento determinante. No tiene suficiente margen de maniobra por ser, sencillamente, un partido de la Comunidad Autónoma Vasca. Así de claro. Y aquí no valen las correcciones políticas.
No es el caso de la izquierda abertzale, que en una hipotética recomposición de fuerzas se haría con, prácticamente, toda la representación abertzale de Nafarroa, y también con las de por sí escasas huestes de Iparralde. Lo mismo se puede deducir del partido socialista quien, sumando sus electos de la CAV y de Nafarroa, disputaría, en unas hipotéticas elecciones en Hegoalde, la supremacía a la derechona española del PP/UPN y al propio PNV. Respecto de Iparralde ¿que vamos a decir?, pues que de carecer carecen hasta de una organización territorial política diferenciada, insertos como están, junto a Bearne, en los Pirineos Atlánticos, dentro de la región de Aquitania. Y no hay visos de que la situación vaya a cambiar. Doscientos años de acción jacobina y republicana han erosionado mucho, hasta la práctica desaparición de cualquier sustrato no centralista.
Nos queda la voluntad, el querer ser y pertenecer a un proyecto por las razones que fueren: tradición familiar, enganche ideológico, apego institucional, (…) Son varios los motivos por los cuales uno empalma con un partido, movimiento u organización. En el PNV ese aspecto ha funcionado relativamente bien hasta el presente, pero la afiliación va bajando lenta pero ininterrumpidamente, con dos agravantes:
- La media de edad de la afiliación rondará los cincuentas años. Por arriba mueren, y por abajo no hay relevo.
- Las nuevas afiliaciones son más por olor a poder que por vinculación ideológica, son más advenedizos. ¿Qué pasará si se pierde el poder?
Cuando Zabalo y Mateos preguntaban a los vecinos de Tudela, Rioja y Encartaciones pro qué habían optado por afiliarse en formaciones nacionalistas, respondían que, sobre todo, por voluntad. Que sí, que el euskara estaba bien, y eso de Francia también, y la autodeterminación pues bueno. Pero que ellos habían visto algo que les enganchaba, y se quedaron por propia voluntad, voluntad de pertenecer a “eso”.
Luego, este apego no excesivamente desarrollado, ni con gran carga ideológica ha sido el que ha dado sustento al PNV hasta el presente. Dicho de otra manera: sí porque sí, porque creo en ello, y quiero ser de ello. Y eso, hasta ahora, ha funcionado.